En una escuela como cualquier otra, asistía a clases un chico sumamente aplicado y con una inteligencia bastante destacable, su nombre era Marcelo y la robótica era su pasión, diseñaba, modificaba y construía robots a partir de juguetes.
Sin embargo, Marcelo no era particularmente habilidoso para los deportes, prefería adquirir conocimientos nuevos para pulir sus cualidades de diseño de robots, lamentablemente, los otros niños lo molestaban mucho, a causa de esto.
Marcelo, quien era seguro de sí mismo, no prestaba particular atención a los pensamientos o palabras de sus compañeros, prefería invertir su tiempo y energía en sus proyectos que en escuchar comentarios ajenos y discutir sin sentido.
Sus compañeros, a quienes no les agradaba notar que Marcelo no les prestaba atención, cambiaron su manera de molestar a Marcelo, arrojando sus cosas lejos, escondiéndoselas y lo empujaban cuando se lo encontraban por los pasillos.
Pasado un tiempo y ya con su paciencia agotada hacia sus compañeros, Marcelo tuvo una idea, utilizaría sus conocimientos para así conseguir diseñar un robot con la finalidad de protegerlo y defenderlo en contra de sus molestos compañeros.
Marcelo empezó a organizar sus ideas para desarrollar un modelo funcional para su aparato, se dispuso a trabajar el viernes al llegar del instituto y no paró sus labores hasta un lunes en la mañana un par de semanas luego, cuando llegó a la escuela con su robot guardaespaldas terminado.
El desarrollo del robot había salido tal y como Marcelo lo había imaginado, cuando sus amigos arrojaban sus cosas lejos, su robot guarda espaldas las recogía por él, cuando sus compañeros tomaban sus pertenencias y las escondían, el las encontraba.
Cuando lo empujaban, el robot lo atrapaba, todo parecía estar funcionando como él había imaginado, sin embargo, no funcionó durante mucho tiempo, pues con el paso de los días, sus compañeros se dieron cuenta que era gracioso molestar al robot.
Los compañeros seguían molestando a Marcelo para ver al robot guardaespaldas trabajar, buscar las cosas y recogerlas del suelo, aparentemente, era divertido mirar como el robot trabajaba y pronto se volvió un chiste entre los muchachos.
Ahora los muchachos se metían aún más con Marcelo para que el robot hiciera su trabajo. Parece que las cosas no salían como habían sido planeadas, ya no tenía que preocuparse por recoger o buscar sus cosas, pero seguían molestando.
Marcelo intentó solventar esto, instalando una cantidad de actualizaciones tras cada día, las cuales modificaban el comportamiento del robot para hacerlo más acorde a lo que Marcelo necesitaba, pero no se obtenían los resultados esperados.
Marcelo estaba muy enojado, cada cosa que intentaba, no funcionaba, lo cual lo frustraba aún más y así pasaban los días, más lo molestaban, más cambios hacía, pero todavía no alcanzaba ningún resultado de relevancia.
Cuando la paciencia se le terminó, decidió hacer una reforma total a su robot guardaespaldas, ya no sería un aparato destinado a su protección, lo utilizaría para desquitarse y devolverles a esos chicos lo que le habían estado dando por tanto tiempo.
Cuando los chicos lanzaran lejos las cosas de Marcelo, su robot les quitaría las suyas y las arrojaría con el doble de fuerza, cuando lo empujaran, en vez de atrapar a Marcelo, el robot se voltearía contra esos muchachos y los empujaría con el doble de fuerza.
Marcelo estuvo trabajando todo el fin de semana completo para cambiar la programación de su robot guardaespaldas de una manera tan radical, estaba decidido a lograr que su máquina fuese más fuerte que cualquier muchacho.
Cuando lo tuvo listo, algunos familiares vinieron de visita, entre ellos, su primo menor, quien lo quería mucho. Este entró a su cuarto corriendo y lo abrazó como usualmente hacía, sin embargo, esta vez el robot tomó este gesto como una amenaza.
Resultando así, en que el robot le dio un empujón tan fuerte al pequeño primo de Marcelo que lo estrelló en contra de la estantería de la habitación de Marcelo, provocando que los libros, los juguetes y las demás pertenencias de Marcelo cayeran sobre su primo.
Recibió unos golpes bastante pesados y fue necesario llevarlo a la clínica para estar seguros de que nada malo sucediera, afortunadamente, no pasó de un dolor de cabeza por los golpes, pero Marcelo se sentía muy mal.
Enseguida desarmó el robot y le comentó lo acontecido a su padre, quien le dijo que la ira lo había dejado ciego, aunque él solo quería defenderse, terminó hiriendo a personas inocentes, pues muy diferente es la defensa de la venganza.
Sin embargo, cuando Marcelo regresó sin su robot guardaespaldas a la escuela, nadie lo molestó, pues sin el robot ya no era gracioso, ahí tuvo una importante idea, crear una máquina para jugar con los demás, un robot amistoso.
La idea de Marcelo fue excelente, ahora los chicos lo admiraban y lo respetaban, por la misma razón por la que antes lo molestaban, Marcelo hizo muchísimos amigos y fue muy querido por sus compañeros.
La moraleja de esta historia es jamás permitir que la rabia y el resentimiento te ganen y consigan apoderarse de tus pensamientos, pues podrían suceder cosas que no deseas y arrepentirte muchísimo después por lo que has hecho.