El sueño de un robot

Diego es un robot de clase autómata que tiene el deber de laborar en las minas de Yanacocha, con 160 años de edad sigue prestando un servicio efectivo al 100%, los días libres que tienen son solo para recargar energías y vuelve al servicio.

La Gran Revolución Robótica lo vio nacer y la Reforma Robótica Industrial lo hizo ver como destruían a todos sus hermanos.

Este tipo de robots no tuvieron cómo defender sus vidas artificiales porque aunque su inteligencia era muy parecida a la humana, les faltaba eso tan único y nunca encontrado en otro ser vivo que hacía único a sus creadores, el alma.

Aunque era una máquina, estaba hecho para sentir y como trabajaba con el menos 100 mineros era víctima de humillaciones que iban desde pintar su armazón de titanio como orinar encima de él mientras limpiaba el piso. Sus labores consistían en mantenimiento, primeros auxilios, contaduría y hasta encargado de explosivos.

El sueño de un robotLas humillaciones y el trabajo sin recompensa alguna no lo entristecían, pero sí lo hacían pensar en el porqué de su existencia, para qué fue hecho y cuál era su lugar en el mundo. Nadie respondía a sus preguntas y cada vez que se dirigía a alguno de los mineros, solo recibía insultos y malos tratos, algo que lejos de afectarlo lo hacía pensar en cómo lo trataban sus antiguos dueños.

Hace más de 150 años estuvo en una familia de clase muy alta, cuando su modelo era el más costoso, allí lo tratan bien, si es que algo así existe, nadie lo insultaba, lo limpiaban y pulían a diario, todos sus rayones eran eliminados al instante, y hasta había recibido un nombre.

Ahora todo era distinto, y su nombre solo era usado cuando alguien iba a morir y le imploraba salvarle la vida, aunque supiera que siempre haría lo que tenía programado en su cerebro artificial, rogaran o no.


Un día un temblor dejó a 50 mineros junto a él hundidos en lo más profundo de la mina, estaban a más de 4000 metros de profundidad y cuando sacó sus cálculos les informó a los mineros que el rescate llegaría al menos en 8 meses, un tiempo en el que ninguno de ellos sobreviviría.

Todos de nuevo le dijeron palabras de odio e incluso intentaron destruirlo, aunque su cuerpo estaba hecho de titanio impenetrable sí sintió algo cuando uno de los que intentaba con un pico quitarle un trozo de cabeza se partió una mano, no sabía cómo explicarlo, así que se limitó a decir lo que había aprendido de ese sentimiento luego de haberlo visto por tanto tiempo “jaja”.

Fueron pasando los meses y fueron muriendo por lote todos los mineros, estos ya tenían miedo de él, muchos intentaron destruirlo y la gran mayoría habían muerto por las heridas que se habían causado. Cuando el último murió y en sus últimas palabras lo maldijo Diego volvió a sentir lo mismo que hacía meses “jaja”.

Una vez llegó el rescate salió de la mina y sin mirar atrás se comprometió a seguir sintiendo esa sensación.

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