Ideas que son locas, ideas que surgen de la nada, basta con un pensamiento, un sueño, de esos sueños que se producen sin cerrar los ojos, soñar despierto, en los que empiezas a ver todo tipo de extravagancias hasta que ves la posibilidad de crear algo inimaginable o una creación de laboratorio, se trataba de crear un gran robot, con la posibilidad que te ayudará en los quehaceres del mismo y siempre con la fija idea de que algún día se pudiera comercializar.
Sucedió con la persona encargada de un laboratorio Dr. Taylor, de investigaciones científicas, ocurriéndosele aquella noche la creación de un gran robot que le ayudara en las tareas del laboratorio, que tuviera una capacidad de resistencia superior a la del ser humano, muchas ideas se forjaban en su mente no sin antes apesadumbrar todos los temores que una barbaridad de esas pudiera afectar su reputación, al extremo que lo pudieran tildar de loco.
Inició con la valentía y el coraje necesario para la planificación de su gran proyecto, haciendo uso de su investidura comenzó a buscar todo lo necesario para empezar a engranar las piezas, probablemente nunca perdió la esperanza que alguien que se encontrara dentro del mismo nivel de capacidades que pudiera ayudarlo a desarrollar su gran proyecto.
Fueron largos días y noches incansables de trabajo, tiempos buscando las piezas para armar aquel gran rompecabezas, mucho esfuerzo económico y humano, la incertidumbre los embargaba, sí, todo aquello valdría la pena.
Después de largos meses de incasable trabajo agotador, el objetivo fue creado y patentado como una pieza de laboratorio creada para ciertos auxilios laborales que en definitiva podrían realizar el trabajo de tres personas todas ellas trabajando a tiempo completo.
La creación de aquel objeto mecánico trascendió las fronteras del país llegando a conocerse en los países más recónditos del mundo, los pedidos comenzaron a fluir y los resultados de aquel esfuerzo mayúsculo iniciaron a dejar sus frutos.