Cuando la bomba explotó no sabía qué era, fue tan solo un ruido ensordecedor seguido de un silencio absoluto y una histeria que se esparció por todos los que afortunadamente estábamos en el MET.
La estructura del sótano del Museo nos protegió de la explosión, no así del sismo que lo siguió, ni de la radiación que ampliaba su radio a metros por segundo. No supe lo que había pasado sino meses después, solo cuando pude ver en los ojos del general todo el dolor que había pasado desde que escuchamos ese estruendoso sonido.
El general Connor no solo comanda la resistencia sino que la mantiene, yo no sabía que mucho antes de la explosión ya la guerra estaba siendo librada por él y su madre, que las máquinas habían enviado a robots terminator a terminar con su vida mientras él tan sólo era un niño y que él mismo había tenido que enviarse al pasado otro robot también avanzado para defender a quien sería la esperanza de la humanidad.
Mientras estaba mostrándole obras de arte a los chicos en el museo de Nueva York ocurrió lo impensable, una serie de bombas nucleares explotaron en sus sitios de reclusión sin que nadie pudiera hacer nada para evitarlo, un virus creado por la inteligencia artificial que tanto habíamos hecho evolucionar, se metió en todos nuestros sistemas sin que lo notáramos y ¡bum!
Este virus tenía ya todas las puertas abiertas una vez quiso entrar en todo el mundo, todos los gobiernos habían puesto en su red el sistema de seguridad más avanzado hasta ese momento diseñado, pero el Scainet como lo bautizaron sus creadores no era un muro de salida, era una puerta de entrada a la devastación del planeta como lo conocíamos.
Las diez supercomputadoras que habían creado los genios de la postmodernidad antigua estaban colocadas en sitios estratégicos de todo el mundo para que pudieran tener el alcance necesario y así nada se les escapara en sus labores. La inteligencia artificial en estas máquinas era asombrosa y de hecho en varios artículos de ciencia que se pudieron ver en las revistas más famosas del momento, expertos insistían en que se le tenía que poner una cota a esta evolución ya que podrían superarnos en velocidad mental y en resolución de problemas complejos.
Y esto no era todo, no sólo se estaban preocupando porque nos apartaran del mundo laboral y fueran las máquinas las que gobernaran ahora en las empresas e industrias del primer sector económico, sino que también la preocupación de que pudieran cuestionarse sobre sus labores y aprender constantemente de su entorno fue palpable una vez la primera supercomputadora dejó de hacer lo que le correspondía para crear una red de seguridad que al final del cuento fue vitoreada.
Nadie sabía las proporciones de lo que se le venía encima la humanidad, solo meses después de que las explosiones que acabaron con los bellos prados del mundo y con la vida como la conocíamos tenemos una leve impresión de lo que sucedió y esperamos que el general Jhon Connor sea algo más que la esperanza de la humanidad, sea quien nos lleve a sobrevivir todo esto.